Uno de mis momentos favoritos del día es la mañana, especialmente las mañanas de los días escolares. Abro la academia, barro las aceras y disfruto del aire fresco y vigorizante. El verano ya no domina las temperaturas y hay un zumbido de excitación en el aire. Se dan besos, se escuchan despedidas y saludos simultáneamente mientras los estudiantes dejan a sus padres y se dirigen a sus amigos al entra en el colegio. El ruido de las mochilas rodando sobre los adoquines se mezcla con conversaciones de adultos y gritos de niños.
Los estudiantes me saludan, algunos mostrando sus habilidades en inglés frente a sus amigos. Los padres me saludan y me sonríen mientras se apresuran a cumplir con sus responsabilidades. Es una escena hermosa; Me hace pensar en una película feliz de Disney. Tengo una sensación de conexión de corazón con la gente del pueblo. La vida es buena.
Con esta pintoresca escena en mente, reflexiono sobre mis días escolares cuando era niña. Siempre iba a la escuela en un gran autobús escolar anaranjado. ¡Sí, como los que has visto en las películas! Hasta el día de hoy, cada vez que huelo diésel, estoy de vuelta en un gran autobús escolar anaranjado.
En mi pueblo rural la mayoría de los niños tomaban el autobús. Nos despedíamos en casa y los padres se subían a sus coches y se marchaban a cumplir con sus responsabilidades desde casa. Las familias del colegio nunca se reunieron en frente del colegio antes de que se abrieran las puertas.
Cuando era niña, practicaba deportes: el atletismo y esquiar. Cada escuela tenía sus equipos de fútbol, tenis, natación, atletismo, ajedrez, matemáticas y ortografía. Teníamos clases de 8:00 a 3:00 con un descanso de 40 minutos para almorzar entre 12:00 y 12:40. A las 3:00 se podía volver a casa, pero pocos lo hacían. Fue entonces cuando, para la mayoría de nosotros, comenzó el día: la práctica del deporte, de la banda, de los ensayos de teatro, de las animadoras, o reuniones del Anuario.
Llegábamos a casa entre las 5 y las 6, cenábamos, hacíamos los deberes y luego nos acostábamos a las 9. A las 6:30 teníamos que levantarnos para tomar ese gran autobús escolar anaranjado nuevamente por la mañana.
Como los deportes y los clubes eran tan importantes en nuestro pueblo, los fines de semana eran igualmente importantes. La ciudad entera asistía a los partidos de fútbol los sábados por las noches para apoyar al equipo local, gritar con las animadoras y pisar fuerte al ritmo de la banda. Entre la música de bandas, los fanáticos que gritaban, los hermanitos y hermanitas jugando, los padres se quedaban atrapados en los chismes y los estudiantes, en las ultimas tendencias. Uno se siente parte de la familia incluso si el otro equipo ganó; ¡Sabíamos que les ganaríamos la próxima vez! La vida era buena.
Mientras reflexiono ahora, creo que tal vez las dos culturas tengan mucho en común. ¡Y es todo es bueno!
DarKha Inmersión lingüística en España, México, E.E.U.U. Darcie@darkha.com
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