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Castillos, y dragones también
El aire de la tarde me azotaba el cabello violentamente, bloqueando y luego revelándome la vasta llanura teñida de oro y rosa intenso. Mientras el sol se deslizaba detrás de las colinas distantes, el aire no sólo azotaba mi cuerpo, sino también mi alma. La gloria se extendió fuera de mà en forma de risa, y también eso fue arrebatada. «Este es mi Reino», me dije, fingiendo haber vivido hace cientos de años en este mismo lugar. En mi alegrÃa, ¡busqué en secreto una silueta de
Darcie Khanukayev
25 abr2 Min. de lectura
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