Era el año 2016 y yo estaba en el avión volviendo a California. Acababa de terminar mi primer Camino, el Camino de la Plata, desde Sevilla a Santiago de Compostela. Recuerdo que el hombre sentado a mi lado en el avión me había preguntado con su voz baja si yo estaba bien. Mis ojos estaban rojos de llorar. Me costó dejar el Camino y salir de España.
«Estoy bien», sonreí en respuesta, mintiendo entre lágrimas.
Cuando regresé a California y reanudé la enseñanza de inglés y español, traduciendo para el juzgado, tocando el violín en mi dúo de cuerdas y estando con mi familia en mi pequeña granja, supe que habían soplado vientos de cambio.
Unos años más tarde, acepté un puesto de profesora en Algemesí y ¡estaba encantada! Iba a dar el salto a vivir en España, posiblemente de forma permanente.
Al recordar esos días, me alegro de no haberme dado cuenta de las dificultades por las que esos vientos me empujarían, ¡ni de la aventura absoluta a la que me llevarían!

Sólo por citar algunos, mientras daba clases en el colegio de Cervantes, compré una casa antigua en Xàtiva que en el catastro decía claramente: casa en ruinas. Creé y puse en marcha una empresa en mi nuevo país: una Academia de Inglés, Español y Valenciano. Obtuve una licencia de conducir española, lo cual pensé que sería fácil ya que había estado conduciendo durante años en los EE. UU. Aprendí a respirar más profundamente al lidiar con la burocracia española y maniobrar a través de ella. Pasé por COVID con mi familia lejos. Y hay que mencionar la clásica experiencia de reformar una casa antigua que duró un par de años. ¡Jolínes! ¡¡Qué estaba pensando!!
Ahora, sentada en mi casa recién reformada, tengo muchas emociones: alivio, alegría, estrés restante y gratitud. «¿Valía la pena?» Me pregunto. «¡Por supuesto!»

Soy la única en California que tiene una Academia y casa con un arco gótico en el patio interior y un pozo reconstruido que se dice que tiene un dragón viviendo en él. Nadie en California puede utilizar su permiso de conducir español para salir a explorar castillos o ir a la playa de Valencia por la tarde.
¿Prefiero Valencia a California? ¡Que va! ¡Me encantan los dos y ya los tengo ambos! California, con su innovación, extrema belleza y diversidad, es un lugar del que me siento orgullosa y honrada de tener mis raíces .
¿Volvería a hacerlo de nuevo? ¡Por dios, no gracias! ¡Por favor, vientos de cambio, déjame en paz!
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